29/11/17

Siglo XXI: la tensa relación entre capitalismo y democracia salta por los aires... se derribará la arquitectura básica de parlamentos, tribunales públicos y estructuras de derechos humanos a través de acuerdos de comercio e inversión

"(...) El capitalismo atraviesa en la actualidad una fase de mutación. Se estaría así preparando en este siglo una nueva forma de organización social a nivel planetario, como respuesta a la crisis civilizatoria en ciernes. 

En esta línea, quienes detentan el poder ya están realizando notables transformaciones —que plantean irlas impulsando en las próximas décadas— para enfrentar tanto el colapso ecológico como, sobre todo, las perspectivas de un crecimiento económico muy débil. Lo que se pretende es ampliar las posibilidades de reproducción capitalista, en un momento crítico de significativas amenazas.

De este modo, se intensifica y amplía el radio de acción de algunas inercias sistémicas —mercantilización, protagonismo del poder corporativo, concentración y centralización del capital— y se revisa la arquitectura político-cultural hegemónica en el siglo XX, ya que esta colisiona con unos horizontes poco halagüeños.  (...)

Siglo XXI de inercias y de cambios. Cambios profundos para mantener, en un momento crítico, la inercia capitalista: su necesidad de reproducción permanente. Un capitalismo herido que se dispone, en una huida hacia adelante, a desmantelar parcialmente el modelo de organización global edificado en torno a sí mismo en la segunda mitad del siglo XX porque ya no le es funcional.  (...)

La economía es lo primero. Y si antes podían permitirse espacios y sectores definidos desde parámetros diferentes —o en la periferia— de la lógica capitalista, ahora es crucial integrarlos definitivamente en esta. Se lanza así una ofensiva contra todo aquello que aún no está bajo el control del poder corporativo para trascender toda frontera sectorial, geográfica, política y cultural que ponga en cuestión el flujo capitalista. Una apuesta, en definitiva, por la mercantilización de la vida, por el control de su espectro completo, por la hegemonía sin parangón del poder corporativo, ya sin ropajes ni subterfugios.

Dimensiones del capitalismo del siglo XXI

En este siglo XXI, el capitalismo se redefine bajo nuevos parámetros políticos, económicos y culturales. Mismas esencias, menos límites a su actuación, un relato más bronco y violento. En síntesis: un renovado modelo económico que, para que la rueda no se detenga, busca nuevas formas de reproducción y blinda las ya existentes. 

En el ámbito político, se apuesta por una gobernanza corporativa global; esto es, un gobierno de facto de las grandes empresas que sin eliminar a las instituciones, ampute sus capacidades en favor de las corporaciones. 

En lo que se refiere al imaginario cultural, se abandona progresivamente la deslegitimada agenda de colores en favor de una dinámica de fascismo social, más adecuada a una realidad donde se hace patente que no todas las vidas tienen valor, ni siquiera son posibles.

Respecto a la dimensión económica, se pretende mercantilizar todo ámbito de la vida. Con una énfasis especial en los bienes naturales, los servicios, lo digital y la esfera de lo público. Y es que estos, además de extender la frontera mercantil global, garantizan el negocio en base a las necesidades humanas básicas, y por tanto permanentes (educación, salud, vivienda, alimentación, bienes naturales, etc.), ahondando en el férreo control del trabajo, los territorios y los bienes naturales escasos. 

 Complementariamente, y ante las escasas vías de reproducción en otras esferas, se redobla la apuesta especulativa mediante el blindaje de la desregulación financiera, que bien pudiera generar otro estallido como el de 2008. Con una mirada de largo alcance, se prefigura una nueva onda expansiva a partir del desarrollo de la automatización, la robotización, la economía digital y el “capitalismo verde”.

En la dimensión política, se trata de eliminar toda traba democrática al natural desempeño económico. La democracia no puede poner ya freno a los negocios, y estos deben realizarse bajo la primacía de la absoluta seguridad jurídica. Este principio se convierte en valor supremo, por lo que se revisan los fundamentos del modelo liberal-representativo en lo que respecta a las capacidades legislativas y judiciales. 

La tensa relación entre capitalismo y democracia explota por los aires, y en el altar de la reproducción del capital se derriba la arquitectura institucional básica de parlamentos, tribunales públicos y estructuras multilaterales de derechos humanos, principalmente a través de la nueva oleada de acuerdos de comercio e inversión.

En este contexto, el comercio y la inversión se esencializan, implantando de manera definitiva la lex mercatoria: la democracia empezaría ahí donde terminan los mercados capitalistas. En esa misma lógica, las decisiones estratégicas se elevan y se corporativizan todavía más, priorizando los ámbitos de decisión regionales y multilaterales, así como la participación activa de las grandes empresas en ellas. Y no solo de forma indirecta sino directamente, dentro del mismo proceso de elaboración política y contando con una justicia ad hoc.

 A la vez, se impulsa un relato cultural que cierra el círculo del proyecto. Frente a la deslegitimación de la agenda de colores neoliberal, que pretendía trasladar una mirada progresista y universalista sobre la globalización, se va posicionando otro imaginario más acorde con la realidad de violencia y exclusión generalizada. 

Gana espacio pues un discurso de fascismo social, de miedo y confrontación con el otro que, incluso manteniendo cierto pluralismo político, preconiza la ley del más fuerte. Ya parece que no hay sitio para todos y todas, y que solo algunas vidas son vivibles. Y se abunda en la guerra con el otro, con lo diferente, desde sentidos comunes explícitamente reaccionarios. 

A su vez, como referencia normativa se proyecta un individualismo extremo, moderno, conectado y con acceso a todo —como puede ejemplificarse en algunos casos de la “economía colaborativa”— que invisibiliza, en el voluminoso iceberg oculto bajo el agua, una realidad de servidumbre e hipersegmentación a costa del individualismo de la clase privilegiada.

El capitalismo del siglo XXI conforma un nuevo proyecto que desmantela los mínimos democráticos en el marco del gobierno de hecho de las empresas transnacionales, bajo un patrón de apropiación militar y corporativo del territorio. Un proyecto que ensaya una muy cuestionable onda expansiva de crecimiento económico, sin garantía alguna de alcanzar la productividad esperada, pero que en todo caso nos aboca a una constante de incertidumbre y especulación. Y que ahonda además en el abismo social y el colapso ecológico; frente a agendas inclusivas y pacíficas, nos ofrece fascismo social, miedo y guerra. 

Con la nueva oleada de tratados de comercio e inversión como uno de los hitos principales de su agenda, mediante la que se trata de derribar toda frontera sectorial, geográfica, política y cultural a los negocios, los mercados y el poder corporativo."                (Gonzalo Fernández, El Salto, 21/11/17)

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