7/5/11

Ética de izquierdas... para el siglo XXI

" He aquí algunas lecciones que he aprendido de mis maestros. Me he convertido en lo que Camus llamaría un "reformista radical". (...)

1. Ya no quiero cambiar el mundo; quiero reformarlo. De hecho, creo que el mundo cambia por sí mismo mucho más deprisa que nuestro deseo de cambiarlo. (...)

2. El "reformismo radical" excluye todo relativismo desencantado. Mendes-France decía que la tensión reformadora debe inocular constantemente patetismo en la virtud. La democracia debe ser una pasión. (...)

3. La explosión de los dogmas y de las ideologías debería condenarnos a la humildad y a un verdadero culto de la complejidad. (...)

4. La sabiduría consiste ahora en no separar nunca los conceptos de libertad e igualdad. La primera sin la segunda conduce a la jungla de las competiciones. La igualdad sin libertad lleva a la uniformidad y a la tiranía. (...)

5. Desde esta óptica, el dinero solo puede ser el símbolo de unamercancía y el instrumento que sirve para hacerla circular mejor. (...)

6. Según Marx, la violencia viene provocada por el paso de una sociedad a otra, como ocurrió durante la transición del feudalismo al capitalismo. Solo en este caso considera que la violencia es progresista o, si se quiere, revolucionaria. (...)

No existe pues una fatalidad progresista de la violencia, sino al revés. Soy partidario de una no violencia ofensiva y no sacrificial.

7.
No obstante, puede ocurrir que una guerra a la vez "inevitable e inexcusable" sea necesaria por razones de autodefensa. Pero solo podría ser declarada como último recurso, después de descartar todas las demás soluciones. (...)

8. No está en el destino de una víctima el seguir siéndolo; después de liberarse, puede convertirse en verdugo. Todos aquellos que aceptan responder a la barbarie con la barbarie, utilizando las mismas armas que sus enemigos y traicionando así los valores por los que combaten deberían tener presente este pensamiento. (...)

9. Ya en mi más tierna infancia aprendí a considerar la humillación como uno de los peores males de la humanidad. Más aun que las opresiones, las ocupaciones y las alienaciones, la humillación es lo que más profundamente hiere el alma de un individuo o una colectividad. (...)

10. Hay varios medios para no colocar nuestro sillón en el sentido de la resignación ante las desgracias de la vida y la maldición de los hombres. Por ejemplo, considerar que "la vida no es nada, pero nade vale más que una vida" (Malraux), que "no hay que buscar a Dios en ninguna otra parte que en todas partes" (Gide) y que solo la admiración que se transforma en amor puede impedirnos ver la vida como "un cuento lleno de ruido y furor contado por un idiota y que no significa nada" (Shakespeare)."

(JEAN DANIEL: Lo que yo creo: una ética de izquierda. El País, 06/05/2011, p. 29)

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